Introducción al Caos Internacional
¡Vamos allá! Pedro Sánchez, nuestro presidente “más guapo que listo”, parece que ha decidido meterse en el barro de la geopolítica internacional con la elegancia de un elefante en una tienda de porcelana. Ahí lo tienes, provocando a Israel como si estuviera en una partida de mus en el bar del Congreso. ¿El motivo? Su “brillante” idea de reconocer unilateralmente al estado palestino.

Sánchez, el Improvisado estratega
Hay que ser muy tonto del ciruelo para no ver la jugada de Sánchez. En su gira por Oriente Medio, donde parece que ha encontrado su vocación de mesías de la diplomacia, ha soltado la bomba: si la UE no se decide, España lo hará por su cuenta. Claro, porque lo que le faltaba a Oriente Medio es un Pedro Sánchez metiendo baza.

Israel, el veterano en disgustos diplomáticos
Y como era de esperar, Israel no se ha quedado callado. Ha llamado a consultas a la embajadora española, en un movimiento que grita “¡Hace falta ser gilipollas para no entenderlo!”. El ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, ha condenado las “falsas afirmaciones” de Sánchez y compañía, acusándolos de apoyar el terrorismo. ¡Presunto talibán, oigan!

La Ironía del asunto
Ahora, la ironía de todo esto es que mientras Sánchez juega a ser el Che Guevara de la diplomacia, en casa las cosas no van precisamente sobre ruedas. Pero claro, es más fácil distraer con conflictos internacionales que solucionar los problemas de tu propio patio.

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El espectáculo continúa
Y mientras tanto, nosotros, los espectadores de esta tragicomedia, nos preguntamos: ¿En qué momento la política internacional se convirtió en una competición de a ver quién la lía más parda? Entre la provocación de nuestro presidente y la reacción exagerada de Israel, estamos asistiendo a un espectáculo digno de un guion de Hollywood.

Conclusión
En resumen, la política internacional actual parece más un juego de niños en el recreo que una seria gestión de conflictos. Entre Sánchez haciendo de matón del barrio e Israel repartiendo tirones de orejas, el único perdedor es el sentido común. Y así, señoras y señores, nos despedimos de otro episodio de “Cómo no hacer diplomacia”, cortesía de nuestros líderes mundiales. ¡Qué tiempos estos!